miércoles, 18 de enero de 2017

Noria de Tiro en Torre Arias - Arqueología


17 de enero
Para la Plataforma cualquier descubrimiento en Torre Arias es una fiesta y hoy a pesar de que algunas de las actuaciones en cuestión de obras y respeto por el patrimonio de la Quinta tanto dentro como en el perímetro exterior de la misma no son del todo de nuestro agrado, nos alegra compartir con todas y todos el descubrimiento por parte de los arqueólogos de la Noria situada en la Granja Chica.
En las imágenes se puede ver en camino empedrado que la caballería, normalmente burros, mulas o asnos recorrían sujetos al arnés de la Noria. Esta Noria comprendía unos 22m de diámetro. 
Aún falta por encontrar el pozo de agua del que se extraía en agua.
A estas Norias se las denominaba Norias de Tiro o Norias de Sangre. Mucha gente las recuerda en su niñez, tanto a estas  como a los y las más jóvenes les ofrecemos esta entrada que no es otra cosa que un poco de conocimiento y un recuerdo de un pasado no tan lejano.



La Noria de sangre o Noria de tiro es una máquina compuesta básicamente de dos grandes ruedas, una horizontal que movida por un animal, transmite su giro a otra vertical instalada sobre la boca del pozo, la cual lleva aparejada una cuerda circular con vasijas adosadas que cuelga hasta el fondo del pozo y que con el girar de la rueda eleva el agua hasta la superficie. Sobre su origen se han barajado diversas procedencias (Egipto, Mesopotamia, China, India, Grecia) pero lo que parece estar claro es que la noria de sangre no se comprende sin que previamente haya existido la mecánica helenística. La mecánica griega en el siglo III a. c. poseía ya las bases teóricas y técnicas para construir este tipo de aparatos con ruedas hidráulicas dentadas, además de tener experiencia en el uso de la tracción animal para mover artilugios.

La expansión de la cultura islámica a través de sus conquistas, extiende el uso de la noria por África y Asia. En Europa además de la península Ibérica queda implantada en todo el ámbito mediterráneo. Es decir su uso se hace necesario en zonas con escasez de agua superficiales, con pocas lluvias y donde hay que buscar el agua en el subsuelo.


A España llegó la noria de la mano de agricultores asirlos que se afincaron en Andalucía y Levante peninsular a partir del siglo VIII.

Los árabes la emplearon no solo en la agricultura sino también para abastecimiento urbano y de baños públicos. En Almería el príncipe Hairan (siglo XI) ordenó construir una cana1ización para proveer de agua al barrio del Oratorio, continuando esta canalización hasta la mezquita (hoy iglesia de San Juan) y elevándose el agua a través de una rueda hidráulica a modo de noria.

La literatura castellana hace referencia a norias a través de todos sus clásicos, apareciendo con el término de norias, anorias y hanorias.

El Arcipreste de Hita en su libro del Buen Amor alude a un caballo que antes fue un brioso corcel de guerra pero que ahora ya viejo queda relegado a tareas viles:

A mediados del siglo XIX con la generalización del uso del hierro se construyen norias de metal con mecánicas más perfeccionadas que tienen su origen en Francia. No obstante en el área de Almena y salvo alguna excepción se sigue empleando la noria clásica de madera.

La construcción de las norias la llevaban a cabo maestros carpinteros. Una vez excavado el pozo



el carpintero tomaba las medidas del brocal y teniendo en cuenta la profundidad del pozo se fabricaban utilizando para ello «maderas duras», previamente curadas, de las existentes en los alrededores. El uso de clavos o soportes de hierro era escaso o nulo empleándose cuñas y ensamblajes de madera. Las reparaciones las solían hacer los mismos dueños reponiendo sobre todo las piezas de los engranajes sujetas al desgaste por rozamiento.

La elaboración de la maroma era una tarea comunal en la que intervenían varios vecinos o familiares tal como se hacía en las matanzas o en la trilla. Para ello se hacían guitas con las que se trenzaban sogas de tres ramales, las cuales se unían a su vez en grupos de 4 para formar cabos. Grupos de 4 cabos se trenzaban para constituir finalmente la maroma. Este proceso exigía el trabajo y la pericia de 6 ó 7 hombres que estiraban, manipulaban y trenzaban las cuerdas. Un artilugio simple de madera con cuatro canales (uno por cabo) en forma de pirámide alargada llamada borrego cerraba el proceso de trenzado juntando los cabos de la maroma.

En cuanto a la fuerza motriz, aunque en alguna época lejana fue ocasionalmente humana, la llevaban a cabo bestias de tiro, básicamente mulos y asnos. Sin embargo en algunos lugares se solían emplear vacas, ya que además de ser muy resistentes, sus crías eran muy cotizadas y se podían utilizar en el resto de las tareas agrícolas. No eran, evidentemente, vacas lecheras.

Los pozos de noria son alargados, casi siempre rectangulares y como los demás pozos, fuentes, galerías subterráneas y otros sistemas de captación de aguas se localizaban generalmente en las zonas abancaladas que existen junto a las ramblas, buscando las corrientes subterráneas de aguas poco profundas con que abastecer a las fértiles huertas y núcleos de población.

El entramado de la noria se colocaba sobre una plataforma elevada, de aquí bajaba el agua para depositarse en la balsa y luego mediante un sistema .de turnos de riego llamados tandas (caso de ser comunal la noria y la balsa) se regaban los bancales.

La instalación de motores de bombeo y el descenso generalizado de los acuíferos debido a su sobreexplotación han hecho desaparecer prácticamente las norias.

De norias estaban llenos nuestros campos hace escasamente medio siglo, explotando los recursos hídricos de que disponemos de manera racional ya que la escasa profundidad de los pozos impedía abusar de las extracciones, manteniéndose por tanto los niveles freáticos.

La introducción de potentes motores y el aumento de sondeos cada vez a mayor profundidad nos está llevando a una catástrofe ecológica de imprevisibles consecuencias y de la que la mayoría de la población aun no es consciente. Se secan pozos y fuentes existentes volviendo improductivas extensiones de tierra cada vez más extensas en un proceso difícilmente reversible. Reivindicamos desde aquí, sino la noria por utópicos, si el uso racional del agua que conllevaba la noria.

Cuando en la elaboración de este artículo, se preguntaba a agricultores hoy ancianos sobre las norias, siempre afloraba la nostalgia de felices momentos en torno a ella: chiquillos que se bañaban en las balsas, de aquel borrico tan bueno, de las tardes de verano sentados junto al chorro de agua contando las historias de los abuelos, o de aquel amigo o compañera hoy ausente...tan ausente como las norias.

Fuente: Juan Ant. Muñoz Muñoz (1996): Viviendo con nuestra tierra: "Las Norias de sangre". Rev. Paraíso Natural, Nº 2. Págs. 18-19.



















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